Saúl volvió ayer al campo donde se forjó su primera temporada en primera. Donde Paco Jémez, viendo su polivalencia y su fuerza física lo utilizó de central, y donde siempre que vuelve es especial para el ilicitano. Tras unas temporadas complicadas, más desde lo anímico, que afectaron y mucho a la progresión de uno de los mejores jugadores jóvenes españoles del momento, Saúl fue perdiendo la fe en sí mismo, en Simeone y en todo lo que le hacía ser el gran jugador que era. Su frustración le llevó a intentarlo fuera del club de sus amores, y su aventura inglesa fue igual de mal que sus años negros como atlético. Pero le sirvió para abrir los ojos, apretar mandíbula, y desde el trabajo volver a coger sensaciones que hacía mucho que no sentía. Ya el final de campaña de la temporada pasada empezó a dejar brotes verdes, con varias titularidades seguidas, con goles asistencias y muy buenas sensaciones. Y este año recuperó su dorsal, el 8, y en su primera titularidad ha demostrado que no ha perdido ni la fe ni las ganas para derribar de una vez la puerta y volver a ser titular en los esquemas de Simeone.
Su sitio es ocupado ahora mismo por Lemar, un jugador talentoso que nunca ha terminado de explotar en el Atlético. Algún partido aislado bueno y un tramo aceptable en la última liga conquistada por los colchoneros es el bagaje del francés, segundo fichaje más caro de la historia del club. Saúl le está adelantando ahora mismo en rendimiento, continuidad (el francés es de los jugadores que más partidos se pierden por lesión cada temporada año tras año), y el sorpasso debe ser ya una realidad en el próximo partido ante el Sevilla en el Civitas Metropolitano. Saúl está creciendo, y la continuidad de minutos no puede hacer otra cosa que darle más confianza y asentarle en un puesto que nunca debió dejar escapar y que ahora si que si parece dispuesto a recuperar. Sólo falta que Simeone lo haga realidad y que los atléticos vuelvan a disfrutar de uno de los suyos, de esos que nunca debieron perderse.