Derrota crítica

Crítica derrota la del Atlético este domingo que deja al equipo muy tocado y con la posibilidad de perder el liderato a manos del Barcelona este mismo jueves. Un mal inicio del Atlético, que incomprensiblemente no salió a por el partido, sabedor del tropiezo del Madrid y de que el Barcelona, ganando su partido entre semana le podía igualar o pasar en caso de no ganar. Es inadmisible la actitud del equipo, e incluso la reacción del entrenador, donde en otros partidos ajustó con cambios antes del descanso, o incluso en el mismo descanso, sabiendo que el equipo no estaba funcionando y tiró toda la primera mitad.

Aún así, consiguió el empate a diez minutos del final y cometió el inexcusable error de bajar revoluciones al partido, en vez de aprovechar la inercia del gol y la euforia para buscar una victoria trascendental en el campeonato. Pero lejos de eso, dio la sensación del que el gol sentó mejor a los locales, que volvieron a dominar el partido y marcaron en un córner tras un despiste total de la defensa colchonera. Así es muy difícil conquistar campeonatos, pero la única noticia buena para los de Simeone es que siguen dependiendo de ellos mismos.

También ahora deben acudir con la urgencia de ganar en el Camp Nou al Barcelona, algo que parece complicado y más cuando llevan quince años sin hacerlo en feudo barcelonista. Peor el Atlético rinde mejor cuando tiene que ir a por el partido que no cuando especula con el resultado, algo que le pesó sobremanera en San Mamés. La diferencia enorme que tenía sobre el Barcelona se ha dilapidado, pero quedan cinco jornadas para la redención de una liga que han tenido muy cerca y parece que la han dejado escapar por realizar una segunda vuelta en la que han repetido todos los errores de la temporada pasada.

Reus y la lealtad

Hablar de Marco Reus es hablar de compromiso y amor por unos colores, los del Borussia de Dortmund. El jugador nacido en Dortmund, canterano del equipo negriamarillo, era un apasionado del equipo de la ciudad, el Borussia, desde pequeño siempre iba con su tío al Westfalenstadion, concretamente a la zona del muro amarillo, y era un hincha más del equipo y se prometió que jugaría algún día en el primer equipo.

El camino no fue fácil, tuvo que fogearse fuera, especialmente en el otro Borussia, el de Mönchengladbach, pero ahí se convirtió en el mejor proyecto de jugador. Klopp, por entonces técnico del Dortmund lo repescó para conformar el mejor tridente de la historia del conjunto de la cuenca del Ruhr con Lewandowski y Götze. Fue capaz de llevar al equipo a la Final de la Champions de 2013, donde caerían ante el Bayern tras un gol de Robben a un minuto para el final.

En ese momento era uno de los jugadores más codiciados de Europa, su proyección era imparable, y sus compañeros de equipo y su entrenador estaban saliendo del equipo hacia otros más poderosos económicamente. Todos los grandes conjuntos llamaron a su puerta pero siempre respondió lo mismo, «El amor que siento por el Borussia no se puede comprar, jamás jugaré en otro equipo que no sea este». Nunca quiso cambiar de colores pese a las ofertas mareantes y renunció a ganar más títulos por su felicidad personal, lo que le ha llevado al olvido del aficionado.

Las lesiones además le privaron de conquistar el Mundial de Brasil con Alemania, donde era el mejor jugador de la Mannschaft, pero la rotura de los ligamentos de su tobillo derecho le trajo por el camino de la amargura desde entonces. Pero cuando ha podido tener continuidad ha sido un jugador excepcional que siempre ha marcado la diferencia y que ha sido el mayor dolor de cabeza para un Bayern de Múnich que siempre suspiró por él. Una carrera que merece mención por no elegir el camino fácil pese a que eso le haya llevado al ostracismo de la prensa, pero que ha sido uno de los más grandes en la última década. Que no quede en el olvido.

Tropezar en la misma piedra

Este sábado el Chelsea apeó al Manchester City de la FA Cup, el torneo de fútbol más antiguo del planeta, tras un partido muy igualado que se decidió por un error del portero citizen, que se quedó fuera de la portería en un acción ante Werner dejando toda la portería libre para que Ziyech empujara el balón a placer.

No es la primera vez que esto le sucede a Guardiola, ha perdido gran parte de los torneos coperos que ha jugado por empecinarse en jugar todas las rondas con el portero suplente. Es algo incomprensible, ya que para el resto de posiciones sí pone a los mejores en cada puesto según va avanzando de rondas y los rivales son de mayor entidad, pero en la portería lo hace de manera inamovible y otro año más le vuelve a costar el torneo.

Este año ha sido Zack Steffen, pero en otros clubes y temporadas han sido Pinto, Willy Caballero…y así en innumerables ocasiones. No parece aprender del error, pese a ser una decisión que carece de base. Pero el de Santpedor siempre ha de ser distinto, y en este caso no podía ser de otra manera. El City además pierde una oportunidad única de ser el único equipo en poder ganar 4 títulos en una misma temporada, ya que Inglaterra tiene dos copas además de la liga y la Champions.

El olvido a Lewandowski

Ahora con la eliminación del Bayern de Múnich de la Copa de Europa a manos del PSG, su delantero estrella, Robert Lewandowski, queda fuera de las quinielas para el balón de oro cuando era máximo favorito para ganarlo. Paradójicamente, ha quedado fuera de la carrera por el premio tras no haber podido disfrutar la serie, que hubiera sido bien distinta con él en el campo. Eso es algo que nadie duda, aficionados franceses incluidos. Y remarca más aún si cabe el olvido y feo gesto del año pasado de dejar al delantero polaco sin el premio más que merecido a su temporada pasada.

De manera unilateral y sin sentido alguno, el balón de Oro, premio que entrega la revista France Footbal, decisión no entregar el premio el año pasado pese a jugarse todos las competiciones y salir un equipo campeón de Europa con un jugador clave por encima de todos. Robert Lewandowski. El delantero fue el mejor jugador del equipo que lo ganó absolutamente todo, todos los títulos que disputó fueron para el equipo muniqués, y su 9 fue el máximo goleador en todas las competiciones que participó dejando claro el año estelar que realizó. Anotó gol en todos los partidos de Champions que disputó su equipo (salvo en la final), que se llevó la competición ganando todos los partidos que disputó, algo que nadie había conseguido.

Y ahora tras el ninguneo, y la mala fortuna en forma de lesiones, vuelve a quedarse sin un premio que claramente merece tener y que lo único que consigue es desprestigiar y desacreditar al Balón de Oro. Da igual quién gane este año el premio, siempre quedará la mancha de la afrenta al delantero polaco que encima no ha podido remediarlo sobre el verde, como mejor sabe hacer él. Una auténtica pena.

Mas cordura con Vinicius

El buen partido de Vinicius con dos goles ante un flojísimo Liverpool ha desatado la euforia entre la «masa» madridista, que ya está exaltando al extremo brasileño como el mejor del momento y comparándole con las dos grandes eclosiones de esta temporada Halaand y Mbappé. No es la primera vez que esto ocurre entre los madridistas y es entendible debido a la falta de estrellas en un equipo acostumbrado a contar con los mejores a golpe de talonario año tras año.

Que Vinicius es un jugador diferente es obvio, que su capacidad de desborde es de las más altas de la liga también es una obviedad. Pero no hay que olvidar su falta de puntería y determinación de cara al gol que arrastra desde que aterrizó en el Madrid hace tres años. Esa cualidad es muy complicado de tener y más aún de entrenar. Y no es por falta de actitud, ya que el joven brasileño entrena mucho esta faceta, pero sigue siendo su talón de aquiles.

Su gran actuación el consagró como el MVP del partido y ha hecho que los aficionados que tanto le criticaban ahora le adoren por un solo partido. Eso es el fútbol, pero no hay que olvidar que Vinicius no convence a Zidane, sólo la baja de Varane el mismo día del partido le abrió las puertas de la titularidad al 20, y que cuando Hazard esté operativo de nuevo su sitio seguirá siendo el banquillo. Igual que en las malas no hay que enterrarle, en las buenas tampoco se le debería poner en el pedestal en el que algunos ya le han situado, porque la caída puede ser tremenda y ya ha demostrado que no es capaz de lidiar bien con la presión.

La cara B de Klopp

Jürgen Klopp se ha convertido en esta década en el entrenador de moda en Europa. Un triunfador con un fútbol frenético capaz de devolver la grandeza a equipos «dormidos» como Dortmund o Liverpool cuando los cogió. Era simpáticos, sus declaraciones eran afables y siempre traía una sonrisa contagiosa. Su buena energía se transmitía y todos los clubes lo querían en su banquillo.

Pero tras proclamarse campeón de Europa con el equipo red, tanto su actitud como sus declaraciones han cambiado drásticamente. Ya no es un entrenador comprensivo, divertido, afable. Es todo lo contrario. Ahora sólo sabe criticar, quejarse públicamente y poner todo tipo de excusas cuando las osas le van mal como este año y el anterior, especialmente tras la derrota en Champions ante el Atlético, que a tenor por declaraciones recientes sigue sin digerir.

Anoche antes del partido fue turno para el estadio donde jugaba, Valdebebas, la ciudad deportiva del Real Madrid, ya que el Bernabéu continúa de obras y al ser partidos sin público se disputan donde entrena el conjunto blanco. Una queja absurda que no tiene sentido y que da a entender el nivel de nerviosismo que vive el alemán ahora que su Liverpool puede quedar fuera de la Champions League el año que viene.

Y esta versión agria de Klopp no había sido vista hasta ahora, se está acercando al nivel de José Mourinho en sus peores etapas, siempre con excusas, quejas constantes y con un nivel de irritabilidad muy alto. Espero que esto sea tan solo una etapa y un bache en su carrera, ya que hasta este cambio era firme admirador de un entrenador que ha cambiado el fútbol moderno y que se ha sacado de la manga una infinidad de buenos jugadores.

El VAR no funciona

Este fin de semana en los dos partidos más importantes de la jornada se ha puesto de manifiesto que el uso de la herramienta VAR durante los partidos es errónea, no se utiliza cuando de verdad se han producido acciones graves y ralentiza el partido sobremanera para no acabar interviniendo cuando debería. Tanto en la Final de Copa, donde todavía no hay una imagen clara de la mano de Íñigo Martínez si es dentro del área o fuera, como de la expulsión en el penalti rectificada de manera escandalosa por el VAR, cuando el central hace penalti siendo último hombre e impidiendo una ocasión manifiesta de gol.

Pero lejos de aprender de ese partido, al día siguiente en el Sevlla Atlético, con el título de liga en juego, el VAR falló en dos acciones clamorosas a favor del conjunto hispalense, dando por válido el gol Sevillista originado por una mano clara de Ocamos, y cinco minutos después, no ayudó al árbitro para la expulsión por doble amarilla de Diego Carlos cuando cortó con la mano un pase que dejaba solo a Marcos Llorente frente al portero, además, para más inri, cuando el madrileño pidió explicaciones al árbitro, éste saltó con una amarilla para el futbolista atlético.

Todo esto deja de manifiesto que el VAR ahora mismo no zanja polémicas, sino que crea nuevas, las líneas del fuera de juego suponen un ejercicio de fe para acatarlo, y las directrices adoptadas son contradictorias en mismos partidos de la misma jornada, con lo que tras dos años de funcionamiento, parece que todavía no se utiliza correctamente, lo que supone que no debería usarse hasta que se afine la herramienta o que el procedimiento esté claro. No ha solucionado ninguna de las polémicas existentes antes de él, y sin embargo ha alimentado otras nuevas.