Hablar de lealtad es hablar de Marco Reus. El que fuera muchos años el mejor jugador de la hornada alemana campeona del mundial, la mala suerte le persiguió para no poder obtener ningún título importante. Su lesión meses antes del Mundial de Brasil privó a Alemania de su mejor jugador y a él de coronarse campeón del mundo. Con el Borussia ha intentado año tras año ganar la Bundesliga o la Champions, se quedó a las puertas en 2013, perdiendo la final contra el Bayern en Wembley. También ha visto como todos sus compañeros de equipo se marcharon a los cantos de sirena de Bayern o Premier, quedando él como único superviviente. Y no fue por falta de ofertas, todos los grandes equipos trataron de convencerle, pero fue imposible, el sueño que tenía desde niño de levantar un título con su Dortmund era superior a cualquier cosa. Y ahora por fin puede hacerlo además como capitán, tras nueve años seguidos sufriendo la tiranía del Bayern en Bundesliga, viendo como siempre quedaba cerca, conformándose con alguna Supercopa alemana o la Copa Pokal. Títulos menores para la dimensión de un jugador descomunal, que de no ser por lesiones en los peores momentos posibles hubiera tenido una carrera de ensueño. El tiempo y quién sabe si la justicia poética hicieron que en la penúltima jornada un pinchazo del Bayern dejara la posibilidad al Dortmund de ponerse primero con una sola jornada por jugarse. El sábado el Signal Iduna Park, el templo negriamarillo, recibirá al Mainz para proclamarse de nuevo campeones dependiendo de ellos mismos. La oportunidad de pasar a la historia de un jugador que recordará y valorará más esta liga que cualquier otro título mayor con otro club. El sueño de un niño que se puede hacer realidad y que cada rara avis se ve en el fútbol moderno de hoy en día. Yo, como especial seguidor y admirador de Reus, espero ver cómo levanta el título el sábado y cierra el círculo de una carrera ejemplar. El premio al último romántico que pudiendo haber ganado en cualquier club prefirió jugar con el Dortmund.