El nombre de Slobodan «Boban» Jankovic siempre estará asociado a aquel desgraciado 28 de abril de 1993 donde el tiempo se detuvo mientras que la mayor de las desgracias se apoderaba del alero serbio. Tras pitar los árbitros falta en ataque al serbio que suponía su eliminación del partido su fuerte carácter y temperamento le jugaron una mala pasada, con toda su rabia golpeó la base de la canasta, que debía estar acolchadapero que no lo estaba debidamentes, con tan mala suerte que tras el golpe secó cayó redondo al suelo.
Entre gritos de dolot y sangre en la cabeza valbuceaba que no sentía las manos ni las piernas. Horas más tardes los peores presagios se confirmaban, Boban Jankovic tenía una lesión medular irreversible que le haría estar el resto de su vida ligado a una silla de ruedas. Se cebaba así la mala fortuna con un jugador que lo había sido todo en el Estrella Roja durante más de una década y que ahora era todo un ídolo en el Panionos griego, país donde se quedaría a vivir tras su dura lesión y donde vería cómo su equipo le retiraría el dorsal 8 en su honor.
Pese a no derrumbarse tras la noticia el tiemo fue haciendo mella en él, empezó a engordar ostensiblemente y su mujer terminó abandonándole, pero su orgullo siempre se mantuvo intacto: “Soy un guerrero, no un mendigo” era lo que solía decir siempre que era preguntado por esto hsta que el 29 de junio de 2006, cuando se dirigía al isla de Rodas de vacaciones, un paro cardíaco se llevó por delante la vida de un jugador que siempre lo dio todo en la cancha y que una mala decisión le privó de seguir mostrando su talento.