No por conocida la noticia de ayer de la retirada de Pau Gasol del baloncesto fue menos dolorosa. Los sentimientos se entremezclan, alegría, nostalgia y cierta añoranza de aquellos momentos vividos a los que la selección y Pau en particular nos acostumbró como algo normal, como si ser campeón de Europa, del Mundo y mirar de tú a tú a la mejor selección estadounidense desde el Dream Team fuera algo normal a lo que pudiéramos acostumbrarnos. No contento con eso nos abrió el camino de la NBA de verdad, triunfando como nadie. Primer rookie del año europeo rompiendo con todos los estereotipos, jugar el All Star como si fuera algo habitual (incluso realizar el salto inicial contra su propio hermano en el Madison Square Garden), llegar a tres finales consecutivas y conseguir dos títulos de la NBA como algo cotidiano, o incluso ser MVP máximo anotador y en el quinteto ideal de todos los torneos FIBA en los que participaba como norma habitual. Pero resumir a Pau Gasol sólo por sus logros deportivos sería simplificar la figura del para mí mejor deportista español de la historia. Lo ha tenido todo, carisma, logos deportivos, no ha tenido una sola polémica política pese a ser catalán, ni una salida de tono con la prensa en ningún momento, incluso forzando su físico y su carrera en más de una ocasión para defender los colores de España pese a las oposiciones de sus equipos de la NBA. Pero su mejor legado sin duda es ser un jugador querido por todos y cada uno de los españoles, incluso idolatrado, admirado por el resto del mundo y siempre con deportividad y compañerismo. Hoy es un día triste para mi niño interno que creció admirando aquel imberbe espigado capaz de machacar nada más llegar a la liga en la cara de Kevin Garnett para hacerse respetar entre los veteranos de la liga, al que vi enfrentarse a un Michael Jordan ya semi retirado, y convertirse en una auténtica estrella de la liga sin discusión alguna y ser uno de los artífices de la transformación de la posición de 4 hacia lo que es hoy en día. Sólo le deseo que sea la mitad de feliz que me ha hecho a mí a lo largo de los últimos veinte años para saber que su felicidad una vez retirado será plena.