Corría el minuto cinco del partido entre Atlético y Celta cuando un déjà vu recorrió el estadio Metropolitano. Un balón dividido en una zona inofensiva del campo al que Pablo Barrios se lanzó con todo y que acabó con amarilla para el 8 rojiblanco y con el rival por el suelo retorciéndose, lo que ya daba pistas de que podía ser más grave de lo que parecía. Efectivamente, y VAR mediante, la entrada se revisó y el jugador se fue a la ducha cuando ni siquiera había empezado siquiera a sudar. Como en Leverkusen, con el liderato en juego, y a sabiendas del pinchazo del Madrid minutos antes del inicio del partido.
Esta vez el Atlético no pudo completar la épica, aunque si realizó una nueva exhibición de poderío físico, empatando un partido que tenía perdido, jugando mas de 90 minutos de tiempo efectivo con uno menos, una auténtica machada para los pupilos de Simeone, al que tras el partido entrevistaros y elogió a l aplantilla y con muy buen criterio comentó que hablaría en privad con Barrios y le diría lo que tendría que decir oportunamente. Le espera una buen reprimenda al de Moratalaz, que pese a se runa de las noticias más positivas para los rojiblancos del curso, ha cometido dos errores evitables en partidos de máxima importancia.
Lo que no es de recibo es la cantidad de comentarios negativos y odio que ha generado el canterano en sus redes, donde ha tenido que cerrar sus comentarios en la red social Instagram. Una muestra más del ridículo de estos tiempos modernos, donde desde el sofá de casa se puede «odiar» a una persona pública con total impunidad. La acción de Barrios es evitable, no tiene justificación ya que es la segunda, pero que se pida la suplencia del canterano a perpetuidad por esa acción viendo cómo ha cambiado el equipo con él en el campo manejando los tiempos es ridículo, de todo se aprende, y por el bien de Barrios se espera que a la segunda si que si, haya aprendido a medir bien sus lances.