Este fin de semana en los dos partidos más importantes de la jornada se ha puesto de manifiesto que el uso de la herramienta VAR durante los partidos es errónea, no se utiliza cuando de verdad se han producido acciones graves y ralentiza el partido sobremanera para no acabar interviniendo cuando debería. Tanto en la Final de Copa, donde todavía no hay una imagen clara de la mano de Íñigo Martínez si es dentro del área o fuera, como de la expulsión en el penalti rectificada de manera escandalosa por el VAR, cuando el central hace penalti siendo último hombre e impidiendo una ocasión manifiesta de gol.
Pero lejos de aprender de ese partido, al día siguiente en el Sevlla Atlético, con el título de liga en juego, el VAR falló en dos acciones clamorosas a favor del conjunto hispalense, dando por válido el gol Sevillista originado por una mano clara de Ocamos, y cinco minutos después, no ayudó al árbitro para la expulsión por doble amarilla de Diego Carlos cuando cortó con la mano un pase que dejaba solo a Marcos Llorente frente al portero, además, para más inri, cuando el madrileño pidió explicaciones al árbitro, éste saltó con una amarilla para el futbolista atlético.
Todo esto deja de manifiesto que el VAR ahora mismo no zanja polémicas, sino que crea nuevas, las líneas del fuera de juego suponen un ejercicio de fe para acatarlo, y las directrices adoptadas son contradictorias en mismos partidos de la misma jornada, con lo que tras dos años de funcionamiento, parece que todavía no se utiliza correctamente, lo que supone que no debería usarse hasta que se afine la herramienta o que el procedimiento esté claro. No ha solucionado ninguna de las polémicas existentes antes de él, y sin embargo ha alimentado otras nuevas.