La voz que amenizó todas las meriendas de mi adolescencia se marchó hace ya siete largos años. La voz que convirtió el deporte que adoraba en espectáculo, que hacía que un partido intrascendente fuese disputado, que convertía a un simple jugador en un mito con un simple mote, que hacía de las pajaritas su modo de vida y de los tiempos muertos los debates más variados se fue para no volver. Andrés Montes fue un pionero en lo suyo, nadie había sido capaz de llevar las retransmisiones deportivas a ese nivel y consiguió ser casi tan importante como el propio evento deportivo en sí. La pareja que formó con Antoni Daimiel quedará para el recuerdo de todos los aficionados al baloncesto y a la NBA en particular como el mejor comentarista de la historia.
Su paso por la sexta como comentarista de fútbol dejó mas sombras que luces, quizás porque el deporte no estaba preparado para su estilo pero aún así nos brindaste un último Eurobasket de Polonia en el que España se alzó con el oro (no se si fue casualidad o un homenaje del destino). Pero lo que sí tengo claro es que te debo mucho, muchas horas de diversión y carcajadas, momentos de tensión y felicidad plena. Cada partido que veo después de tu muerte me acuerdo de tí y creo que ese es el mejor homenaje que puedo brindarte, gracias de todo corazón Andrés Montes por hacerme partícipe de tu pasión por el baloncesto y por enseñarme esa filosofía de vida tan particular y tan bonita que nos dejaste resumida en esa frase que siempre te acompañará. Porque la vida puede ser maravillosa, aunque sin tí no está del todo completa.