Decir Arvydas Sabonis en Europa es hablar de dominio y de junto a Petrovic el jugador más dominante de la historia de el deporte de la canasta. Y lo más curioso es que toda esta consideración se la ganó a pesar de arrastrar graves lesiones desde los 22 años de edad. El gigante lituano comenzó a destacar en su Kaunas natal a la tierna edad de 17 años, donde fue titular en el equipo prácticamente desde el principio. Hay que recordar que en aquella época Lituania pertenecía a la URSS y por tanto jugaba en esa liga donde dominaba en la cancha y en los despachos el CSKA de Moscú. Comenzó a destacar tanto que formó parte del combinado nacional que ganó el oro en el mundial de Cali en 1982 frente a la EEUU de Doc Rivers y John Pinone, aunque su participación fue más testimonial debido a su juventud.
Esta experiencia le sirvió para hacerse mayor y con su Zalguiris puso fin a la dictadura en liga del CSKA ganando tres ligas consecutivas (85, 86 y 87), y tuvo tiempo de ganar con su selección el oro en el Europeo de Stuttgart de 1985 proclamándose MVP del torneo con tan sólo 20 años. En ese momento ofrecía su versión más dominante, con un físico privilegiado podía rebotear y correr el contraataque para acabar destrozando el aro rival, era sencillamente imparable. Tanto llamó la atención que ese verano los Atlanta Hawks le seleccionaron en el draft de la NBA, pero por la normativa que había vigente de no seleccionar a ningún menor de 21 años la elección se anuló, hecho que aprovecharon los Portland Trail Blazers para seleccionarlo al año siguiente ya sin problemas de edad.
Pero el verano de 1986 fue quizás el último en el que se vio la mejor versión de Sabonis, con sólo 21 años una misteriosa lesión en el tendón de aquiles a punto estuvo de provocarle la retirada, nunca quedó claro la forma de la lesión, pero lo que estaba claro y que más tarde reconoció el propio Sabas fue que se produjo por el hecho de haber disputado dos mundiales y dos europeos, no haber tenido el descanso necesario durante el verano y acusar el lógico aumento de peso y musculatura en sus articulaciones. Empeñados en negar la realidad los médicos soviéticos siguieron explotando al jugador para desesperación de los Blazers que veían peligrar el futuro de su elección, y sólo cuando su carrera realmente estaba en peligro, la Unión Soviética autorizó su viaje a Portland, donde se le operó, colocándole una prótesis que le acompañaría el resto de su vida y que dificultaba muchísimo sus movimientos.