La leyenda Sabonis (Parte II)

Así llegaba Sabonis a los Juegos Olímpicos de Seúl, y nadie confiaba ya en el estado de aquel pívot que había deslumbrado con 20 años y que a los 23 era una sombra de sí mismo. La actuación de Sabonis fue buena, no tan espectacular como años anteriores pero sirvió para eliminar a la EEUU de David Robinson y Dany Manning en semifinales y a la Yugoslavia de Petrovic y Kukoc en la final (sería el último partido que perderían los balcánicos en 4 años). No era tan explosivo como antaño pero había sabido reciclarse con grandes movimientos de pies en la zona, lo que se convertiría en el comienzo de su renovación tras la lesión.

La victoria de la URSS sobre EEUU en semifinales provocó que el país decidiese dejar de enviar a jugadores universitarios a estas citas y comenzó a formar una selección con jugadores profesionales, que daría lugar a la formación del brilante Dream Team en Barcelona. Sabonis por su parte se había dado cuenta de que era el momento de extender su dominio fuera de la URSS donde había conseguido todo tipo de hitos. Y dado que desde su país el salto a la NBA estaba vetado por los conflictos políticos de la época, le surgió una oportunidad que nadie esperaba, tras un hábil movimiento el empresario y dueño del modesto Forum Filatélico de Valladolid, Gonzalo Gonzalo, consiguió llevar al gigantón lituano a pucela para jugar para su equipo.

Sabonis tuvo allí tres años magníficos, con su nuevo estilo ya no tan físico pero habiendo mejorado su tiro de tres y su pase era una amenaza igual de letal que antaño. Y tras tres años magníficos surgió la gran duda, era el momento de dar un salto en su carrera y no estaba seguro de si sus rodillas y su talón aguantarían la exigencia física de la NBA, por lo que optó por fichar por el Real Madrid para conquistar el único título que le faltaba en Europa, la Euroliga. En Madrid pasó otros tres años magníficos donde elevó su lectura de juego a niveles donde nadie ha llegado todavía. Dominaba todos los aspectos del juego y todos los ataques los dirigía él desde lo alto de la bombilla.

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