El Atlético tuvo anoche una de esas noche que sólo pueden darse en el Calderón. Una noche rara de fútbol intenso y en la que cuando todo parecía ir bien acababa mal y cuando todo indicaba que iba a acabar mal terminó bien. Incluso comenzó a haber run run en la grada contra los jugadores, en especial contra Carrasco, que tras su expulsión en el Camp Nou se le miraba con lupa pero que se desfondó en el campo hasta la extenuación.
El partido comenzó mal, error grave de Moyá que supuso el gol de Cabral. Tocaba remontar y en eso se puso Torres que marcó un golazo y provocó un claro penalti no pitado. Pero tuvo la cruz cuando a los poco minutos erró una pena máxima inexistente pitada sobre Carrasco. Carrasco también tuvo un mano a mano que no supo definir ante Sergio en una buena cabalgada del belga, pero el Celta lejos de quedarse atrás envió al palo un disparo desde fuera de Jozabed para dejar claro que no se conformaba con el empate tampoco.
En la segunda parte se vio a un Atlético físicamente muy castigado (el Celta había rotado mucho más) y lo fue aprovechando el equipo gallego hasta que Guidetti puso por delante a los celtiñas en una contra de libro. Quedaban diez minutos y el Atlético se veía hasta fuera de la Champions con la victoria de la Real Sociedad del viernes, pero apareció Carrasco (al que el Cholo quiso cambiar pero finalmente fue Saúl el sustituido por problemas físicos) con un voleón espectacular que puso el empate, para dos minutos después Griezmann tras gran asistencia de Gameiro poner a los rojiblancos por delante del marcador. Todavía habría tiempo para un palo de Gameiro y un remate de Cabral fácil para Moyá que enmudeció al Calderón. Esto es el Atlético capaz de lo mejor y lo peor, la vida sigue igual.