Lo que se presumía el sábado como noche grande en Sevilla por el derbi entre Betis y Sevilla, ha acabado en una de las mayores vergüenzas vistas sobre un césped. No sólo por la cobarde agresión del hincha bético lanzando una barra de plástico a la cabeza de Jordán, sino por el espectáculo de los dos equipos e incluso el cruce de acusaciones y actos tras la misma. Las cosas como son, una agresión en la cabeza del jugador es siempre motivo de suspensión del partido, no somos nadie para medir la fuerza, el impacto o el dolor provocado en un deportista que está haciendo su trabajo. Y a partir de aquí el resto de lo que ocurrió sobra.
La secuencia es clara, y es a un Jordán que tras recibir el impacto estaba en perfectas condiciones, un Lopetegui desquiciado obligándole a fingir un mareo para suspender si o si el partido (intentado ganar semanas al calendario para recuperar alguna de las bajas que tiene el equipo) y encarándose hasta el punto de tener que ser separado por temor a que se llegara a las manos con Pellegrini. Un espectáculo bochornoso y perfectamente evitable que desviaba el interés del estado de salud de su jugador por intereses personales.
El Betis por su parte no actúa mejor, acusando en redes sociales y tratando de desprestigiar a un jugador que recordemos acaba de ser agredido. Esto caldeó más aún un partido que acertadamente se reanudó al día siguiente y a puerta vacía, y que el Betis ganó con justicia tras lo visto sobre el césped. Pero lejos de acabar ahí el asunto, los jugadores béticos en especial Guardado no supieron ganar y celebraron el pase en Copa mofándose de Jordán con gestos ridículos. Y para terminar de arreglar el asunto Lopetegui en rueda de prensa comparó la agresión a Jordán con una violación. Un esperpento del que se deben tomar cartas en el asunto contra el agresor (el claro culpable de todo esto), pero que ambos equipo deben revisar su manera de proceder porque amplificaron un ridículo que no favorece en nada a ninguno de los dos equipo ni a la ciudad de Sevilla.