Sin paraguas ya

Ayer quedó muy claro, y ante ojos de todo el mundo, los mayores defectos que siempre van con Joao Félix y que le hacen ser un jugador de banquillo en un equipo como el Atlético de Madrid a día de hoy. Su primera parte fue un ejercicio de pasividad y desconexión total del partido que penalizó a su equipo de manera sangrante. No realizó ni un solo sprint, no intentó conducir y por su puesto no hizo el más mínimo ademán de defender ni mucho menos de presionar la salida del Barcelona. Una partido para dejar claro que su aura de niño mimado, al que hay que consentir absolutamente todo, sigue más en alza que nunca.

Los rumores sobre su más que posible salida rumbo a la Premier se suceden, pero no se concretan y mientras tanto, el luso sigue jugando con el equipo rojiblanco. La situación es ya insostenible, y se debe tomar una decisión, o el jugador sale, o se le deja claro que va a continuar y su compromiso debe estar a la altura. Ya es el cuarto año del 7 en el equipo, y su actitud, defectos y sobre todo maneras son las mismas. Las de un jugador que sin haber demostrado nada con la rojiblanca, exige unos derechos que no merece a día de hoy, que vive de una prensa que le protege y le cubre de un rendimiento que tras cuatro años se puede calificar de más que decepcionante.

Nunca ha llegado a ser el jugador que esperaba el equipo, es cierto que el estilo a lo mejor no le ha favorecido, pero el jugador, muy propenso a lesiones constantes, nunca ha querido adaptarse, salir de su zona de confort, de esa zona en la que siempre le han tratado de manera privilegiada al resto y que cuando se le ha pedido competir no ha sido capaz. Bien es cierto que ha dejado destellos de ser un jugador de grandísima calidad, pero nunca ha conectado con una afición y un entrenador cuya filosofía es que el esfuerzo no se negocia, y de eso va muy flojo el portugués. Esa actitud, de venirse abajo al mínimo contratiempo también le ha pesado a lo largo de los partidos, los rivales saben que tras varias faltas el jugador se va del partido, se entra en quejas y exagerar cualquier acción y su incidencia en el partido queda resumida a la nada.

Si se confirma su marcha, dejará un poso de jugador de destellos, de poco compromiso y de sólo buscar el bien para él, no ser jugador de equipo, un mal endémico que persigue a la gran mayoría de jóvenes actuales que buscan constantemente los récords y estadísticas individuales antes que la victoria de su equipo. Y Joao, desgraciadamente, es de las caras mas reconocibles de este grupo de futbolistas.

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