Hablar de Dirk Nowitzki es hablar del mejor jugador europeo de la historia de la NBA y uno de los mejores jugadores de la historia de la competición. El alemán goza del reconocimiento más que mereceido del público internacional y su nombre se asocia a leyenda del deporte sin discusión. Pero no siempre fue así, de hecho, su nombre se asociaba a fracaso o a perdedor, merced a no haber sido capaz en su momento de conseguir ningún anillo o de haber protagonizado fracasos sonados. Pero el de Wüzburg consiguió cambiar a base de triunfos y galardones todas las opiniones inmerecidas en su contra.
Su carrera comenzó en el DJK Wüzburg de su ciudad natal. Allí dominó la segunda división alemana y se topó con el hombre que le cambiaría la vida para siempre: Holger Geschwindner. El entrenador personal del alemán que le cogió con quince años y le moldeó hasta convertirlo en una mortífera amenaza jamás vista antes. El primer cuatro abierto de verdad de la historia. Nowitzki (que fue rechazado por el Barcelona tras hacer las pruebas por falta de talento a los 13 años) ponía rumbo a la NBA tras haber sido selecionado en novena posición por lo Dallas Mavericks de un Don Nelson que quedó enamorado de su versatilidad en los suummer camps donde un jovencísimo Nowitzki se lució.
Su primer año no fue nada sencillo, comenzó con el ya famoso lockout y con la temporada tan corta y comprimida le pasó facruta al 41, que a mitad de año quería volver a Alemania. Pero entonces llegó su mesías, Mark Cuban, el excéntrico multimillonario compró los Mavericks y fue consciente del potencial de su jugador. Quiso construir el equipo en torno a él y eso le dió gran confianza al alemán, que en su segundo año comenzó a dar muestras del jugador en el que se podía convertir promediando 17’5 puntos y 6’5 rebotes para un 37’9% en tiros de tres. Y comenzando a jugar muy abierto, lo que influiría para siempre en la posición de 4 en la NBA.