Decir Ben Wallace en la NBA es hablar de superación, de luchar contra las adversidades y de terminar triunfando cuando nadie lo esperaba. Esa es la historia de Big Ben, nacido en Alabama en el seno de una familia de once hermanos que se hizo barbero en su barrio para poder sacar algo de dinero y poder ir al campus de su ídolo Charles Oakley. En ese campus además el propio Oakley quedó sorprendido por el aguante del menudo pívot en un uno contra uno en el que los codazos y los empujones eran casi obligatorios.
Ben además fue obviado por el draft y se tuvo que marchar a Italia a foguearse aunque fue repescado por los Wizards donde casi no tuvo oportunidades, de ahí fue a los Magic y tras sólo un año fue incluido en el traspaso de Grant Hill. Allí encontró su casa, entrendió como nadie la filososfía de la ciudad de Detroit donde el esfuerzo se premia, y encajó a la perfección con la forma de ver el baloncesto de Larry Brown. Allí elevó su nivel hasta convertirse en el único jugador junto on Mutombo que ha ganado el premio de mejor defensor cuatro veces.
Su forma de entender el baloncesto y su estatura le hicieron ser comparado con el mítico y excéntricoi Dennis Rodman, pívots bajhitos limitados ofensivamente pero determinantes protegiendo su aro. La fuerza de Wallace además contagiaba a su equipo y devolvió a los Pistons a su segunda época dorada reconociendo el mundo del baloncesto a este equipo como los bad boys II. A día de hoy, uno de los jugadores más versátiles del campeonto como Draymond Green reconoce que gracias a Wallace entendió el baloncesto, que como él no iba a dejar que la estatura fuese un impedimento para jugar de interior.
Para ser un jugador no drafteado, ignorado los primeros años en la liga, que se hizo un hueco en la NBA desde un pequeño pueblo de Alabama no está mal el legado de Big Ben, que además pudo ver como los Pistons le agradecían sus años retirándole la camiseta a lo alto del Palace de Auburn Hills.