Toda Argentina esperaba que su selección ganara anoche a Ecuador y se clasificara para el mundial. Todos se encomendaban a Messi pese a las constantes críticas y faltas de respeto a su figura. Un país entero que no concebía una derrota y no estar en el Mundial ya que supondría un drama nacional y una crisis de grandes dimensiones para el país. Y con todo esto el equipo antes del minuto uno ya había encajado un gol y estaba fuera del mundial.
Pero apareció Messi, veinte minutos de puro arrebato del 10 que dieron la vuelta al marcador con dos golazos, echándose a todo el equipo a la espalda (una vez más), soportando una presión excesiva que jamás debe recaer en su totalidad sobre él, pero que asume con resignación y cumple con creces. Cerró su gran actuación con un golazo de hemeroteca y dejó a su selección clasificada para el mundial de Rusia. Su exhibición le ha granjeado elogios merecidos por todo el globo, pero es la historia de siempre, palos, palos y más palos hasta que es inevitable rendirse a un jugador que pese a que cuenta con compañeros de nivel en el equipo ninguno rinde como debe salvo él.
El mundial 86 de México fue muy parecido, una clasificación difícil e in extremis para una Argentina que contaba con Maradona, y que acabó ganando el torneo. Los paralelismos se pueden ver, un equipo que no rinde bien, una clasificación complicada y el mejor en sus filas. Como bien dijo Sampaoli Messi no debe ningún mundial a Argentina, el fútbol debe un mundial al mejor de la historia. Y Messi seguro que reclama lo que es suyo.