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Si no fuera por Durant

Estados Unidos ha alcanzado la final de los Juegos Olímpicos por cuarta vez consecutiva. Aplastando en a segunda mitad a una Australia, que llegó a estar quince puntos arriba en el segundo cuarto, que nada pudo hacer cuando el alero de los Brooklyn Nets se puso en modo super héroe. Una vez más al igual que ante España, el de Baltimore sacó a su equipo del peor momento y recondujo el partido hacia la victoria estadounidense con una master class de recursos en ataques, algo en lo que empiezo a pensar que es seriamente ilimitado.

Con sólo su aparición y la aportación de Booker le bastó al equipo de Poppovich para derrotar a una siempre correosa Australia, equipo siempre difícil, pero que otra vez más se queda sin medalla y muriendo casi en la orilla. Por su parte, el combinado americano sale reforzado de este partido y ya espera rival en la final del enfrentamiento entre Francia y Eslovenia. Las dudas dejadas al inicio del torneo, y el flojo nivel general del combinado no van a parecer obstáculo para que se lleven el cuarto oro consecutivo y sufriendo mucho menos de lo que deberían al menos de momento.

Esto además da una muestra del potencial baloncestístico de Durant, que se ha echado a la espalda todo el combinado prácticamente él solo, y que va camino de llevar otra medalla de oro al casillero americano cuando más difícil parecía. No se bajó del barco, apostó por el torneo y se lo va a llevar siendo el MVP del campeonato prácticamente sin discusión, a menos que Doncic guíe a la sorprendente Eslovenia al oro, lo que dejaría en nada la proeza hasta ahora de Durant.

La mejor generación FIBA de la historia

Cuando escuchamos nombres como Petrovic, Divac, Kukoc, Djorjevic, nos vienen a la mente los hombres que dieron sentido al baloncesto europeo durante los años ochenta y noventa. Esta generación de jugadores balcánicos hijos de la guerra, conformaron la mejor generación de jugadores que ha visto el baloncesto europeo jamás, provocaron la formación del Dream Team original ya que los americanos cansados de perder siempre ante ellos con sus equipos de universitarios no vieron otra opción que llamar a filas a los profesionales, amargaron la existencia la URSS de Sabonis, Tkachenko y Marciulionis, pero no solo dominaban a nivel selección a nivel de clubes eran también los mejores. Fueron los que de verdad abrieron el camino de la NBA desde Europa, y sólo los problemas bélicos de su país dividieron a una selección que de haber seguido junta no se sabe cuantos títulos podría haber conquistado.

En 1992 la división de la antigua Yugoslavia dividió a un grupo de jugadores que estaban llamados a hacer historia y quizás eran el único equipo capaz de hacer frente de verdad a ese Dream Team, las guerras nos impidieron ver el que quizás hubiera sido el mejor partido de baloncesto de la historia. Nunca veríamos concentrado tanto talento en un sólo pabellón y todos ellos además en su mejor momento, imaginar solo ver a Jordan, Bird y Magic frente a Petrovic Divac y Kukoc suena a videojuego pero realmente pudo ser posible. Además tristemente las separaciones de los países hicieron que jugadores que se consideraban hermanos perdieran el contacto, y ya no volvieran a ser lo mismo, como el caso de Divac y Petrovic por la dichosa bandera croata. Quien sabe quien hubiera ganado ese partido pero a mí personalmente me hubiera encantado que se hubiese disputado.

Obsesionado Kobe

El nombre de Kobe Bryant es de sobra conocido para el público medio, sus actuaciones estratosféricas y su ego y chulería también, pero pocos conocen la ética de trabajo de este obsesionado del entrenamiento como método de vida.

Cuenta el preparador físico de EEUU en los juego olímpicos de Londres, que en el stage de entrenamiento que realizó el equipo en Las Vegas, tras las presentaciones y muestra de las instalaciones Kobe Bryant se le acercó para preguntarle por su disponibilidad en horario fuera del entrenamiento. El preparador le explica que está 24 horas su disposición. Esa misma noche a las dos de la mañana recibe una llamada, era Kobe pidiéndole si podía reunirse con él en las instalaciones. Asi que fue para allá y allí estaba Kobe tirando a canasta. Tras tres horas de ejercicios junto al preparador, se dio por finalizado el entrenamiento individual del jugador de Philadelphia, o eso creía él.

Tras descansar un par de horas en la habitación llegó al entrenamiento vespertino. Allí estaban todos los jugadores charlando y compartiendo impresiones, pero al fondo había un jugador tirando a canasta. No lo podía creer era Kobe de nuevo, cuando se le acercó a preguntarle que a que hora había llegado Kobe le respondió con un ¿irme a donde?, tenía que anotar mil tiros y acabo de terminar, dejando con la cara en cuadros al preparador.

Esta es solo una de las muchas muestras de le ferocidad competitiva de un Bryant que se resiste a que el tiempo pase por él, y que es el fiel reflejo de que el talento si no se trabaja no sirve de nada.