La serie por el título estaba 2-2 después de que los Jazz hubieran remontado el 2-0 inicial de Chicago, el quinto partido se disputaba en el Delta Center de Utah, y desde el regreso de Michael Jordan de su retiro nunca había perdido tres partidos seguidos. El ambiente era más que hostil y un Jordan mermado desde la rueda de calentamiento afrontaba uno de los retos más complicados de su carrera.
Una vez comenzado el partido Jordan anotó la primera canasta del partido, dejando claro sus intenciones durante el mismo. Pese a la fiebre ocasionada por la intoxicación alimenticia fue capaz de anotar 38 puntos durante el partido, 15 de ellos en el último cuarto donde lasa fuerzas flaquean, tanto fue su esfuerzo que la imagen de un Jordan deshidratado llevado en brazos por Pippen al vestuario forma parte ya de las mayores historias de las finales de la NBA.
Jordan demostró al mundo con esta exhibición que ni una ciudad entera dispuesto a envenenarle la comida, a abuchearle durante todo el partido, podían parar a este fenómeno con el número 23 de los Chicago Bulls a la espalda. Creo que nunca veremos a un jugador como él, con ese instinto asesino y esa ansia por ganar casi enfermiza. Pero para los nostálgicos siempre nos quedarán noches como aquella del Flu Game en Utah, donde de nuevo Dios volvió a vestirse de jugador de baloncesto.
Mucho se ha escrito del famoso flu game, el partido de la fiebre, ese partido en el que Michael Jordan con 39.5 grados guió con 38 puntos a la victoria de su equipo en casa de los Utah Jazz en el quinto partido. Hasta aqui mucha gente lo sabe pero lo que realmente ocurrió horas previas al partido no.
La noche previa al partido Jordan andaba inquieto, en el hotel hacía tiempo que había entrado la noche y el servicio de habitaciones ya había finalizado su servicio, entonces Michael comenzó a sentir hambre, pidieron varias pizzas para his airness, obviamente se encontraban en territorio hostil, Salt Lake City, por lo que era algo arriesgado pedir unas pizzas para el hotel donde se alojaban los Bulls, aún así esas pizzas se pidieron y Jordan comió de ellas. Su entrenador personal Tim Grover tenía la mosca detrás de la oreja con todo esto pero no hizo nada para frenarlo.
Todo transcurría con normalidad cuando al médico de los Bulls le despiertan a las 3 de la mañana diciendo que Michael se está retorciendo de dolor en la habitación. Parece que se trataba de una intoxicación alimenticia (nunca se demostró pero se sospecha que debido a las pizzas de la cena), y en principio hacían que el concurso del 23 para el decisivo partido fuera más que una quimera. A falta de menos de veinticuatro horas Michael Jordan no está en disposición de jugar el partido que puede decidir la serie por el título.
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