Utah Jazz es el equipo de Salt Lake City y que todo el mundo recordará por ser el finalista de los dos último anillos de Michael Jordan o por la pareja Malone-Stockton que no pudieron jamás llevar un anillo a la ciudad del estado mormón. Pero tras muchos años vagando sin un rumbo fijo parece que este año el equipo ha dado un paso adelante por fin y vuelve a ser ese equipo competitivo e incómodo en el Oeste.
La definitiva explosión de Hayward que va a ir este año al All Star ha sido el punto que le faltaba a un equipo que es la mejor defensa de la NBA esta temporada con jugadores como Gobert, George Hill o el propio Hayward que hacen que sea muy caro anotar una canasta, hecho que les ha llevado a la cuarta plaza del siempre difícil Oeste en la NBA. Y lo han hecho como siempre, sin hacer mucho ruido mediático, sin levantar casi nada de revuelo, pero se han colocado en una posición en la que serán el rival incómodo inesperado de estos playoffs si las lesiones les respetan.
Otra de las noticias positivas es que parece que Derrick Favors, su prometedor ala pívot por el que se deshicieron de Millsap, vuelve a estar sano y parece que está cogiendo ritmo de campeonato, lo que da otra nueva amenaza a los Jazz que conformarían una durísima dupla interior en tiempos del small ball que puede plantear muchos problemas a cualquier equipo. Veremos si esta buena racha les dura o ha sido sólo eso, una buena racha.
Los Boston Celtics están siendo una de las sorpresas más gratas de esta temporada, su juego de equipo, su solidaridad y sobre todo la figura del menudo Isiah Thomas (recordemos que mide 1’75) les hacen ser el tercer equipo del Este y sin nada que perder, lo que les hace muy peligrosos. Gran parte de este mérito es de su entrenador Brad Stevens, que ha llevado a este equipo joven y sin una super estrella a ser un rival más que incómodo para cualquier contrincante.
Entrar ahora mismo en el juego y la dinámica Celtic no es para nada fácil, hay que tener características concretas, y quizás el que mejor las cumple de la NBA es Gordon Hayward, el alero de los Jazz cumple todos los requisitos de la filosofía de los de Boston además de un dato esencial. Ya estuvo entrenado por Stevens en Buttler y ambos llevaron a la pequeña universidad a la Final de la NCAA dos años consecutivos, por lo que se conocen a la perfección y estarían encantados de volver a juntarse.
Y lo bueno es que Hayward es agente libre este verano y los Celtics tienen masa salarial libre suficiente para acometer su contratación sin problemas. Sería un fuerte golpe sobre la mesa y un fichaje que les haría dar un buen salto cualitativo a la plantilla y al equipo además de hacer crecer a un jugador que está muy infravalorado en un mercado tan pequeño como el de Salt Lake City. De momento Hayward va a concluir la campaña con los Jazz en principio a menos que éstos busquen un traspaso antes de quedarse sin su estrella sin nada a cambio. Podemos estar ante el principio de un reencuentro que promete dar muchas alegrías a los Celtics de producirse.
La serie por el título estaba 2-2 después de que los Jazz hubieran remontado el 2-0 inicial de Chicago, el quinto partido se disputaba en el Delta Center de Utah, y desde el regreso de Michael Jordan de su retiro nunca había perdido tres partidos seguidos. El ambiente era más que hostil y un Jordan mermado desde la rueda de calentamiento afrontaba uno de los retos más complicados de su carrera.
Una vez comenzado el partido Jordan anotó la primera canasta del partido, dejando claro sus intenciones durante el mismo. Pese a la fiebre ocasionada por la intoxicación alimenticia fue capaz de anotar 38 puntos durante el partido, 15 de ellos en el último cuarto donde lasa fuerzas flaquean, tanto fue su esfuerzo que la imagen de un Jordan deshidratado llevado en brazos por Pippen al vestuario forma parte ya de las mayores historias de las finales de la NBA.
Jordan demostró al mundo con esta exhibición que ni una ciudad entera dispuesto a envenenarle la comida, a abuchearle durante todo el partido, podían parar a este fenómeno con el número 23 de los Chicago Bulls a la espalda. Creo que nunca veremos a un jugador como él, con ese instinto asesino y esa ansia por ganar casi enfermiza. Pero para los nostálgicos siempre nos quedarán noches como aquella del Flu Game en Utah, donde de nuevo Dios volvió a vestirse de jugador de baloncesto.
donde se forjan los sueños