Ayer se disputó el clásico francés entre PSG y Olimpique de Marsella en un Velodrome hasta la bandera que por momentos pareció intimidar a la constelación de estrellas del PSG. Los marselleses empezaron el partido muy fuertes, con un ritmo de presión altísimo y que a los veinte minutos, mereced a un zapatazo de 30 metros de Luis Gustavo vieron recompensada en ventaja. Así replegaron un poco y bajaron la línea varios metros para confort de un PSG que acechaba pero sin ocasiones claras.
Pero entonces apareció Neymar al borde del descanso para enmudecer al estadio y dejar un partido que se podía complicar mucho para los capitalinos más que abierto. Pero el Marsella aguantó muy bien toda la segunda parte, bien agazapado, y con cambios que funcionaron. Y en un error de Rabiot al intentar sacar un balón, el Marsella volvió a adelantarse cuando quedaban apenas diez minutos de partido. Entonces el show de niño malcriado al que ya nos tiene muy acostumbrados Neymar. Se autoexpulsó en menos de cinco minutos, dejando a su equipo por debajo en el marcador y con uno menos, y con una actitud muy chulesca (sonrisa y aplausos incluidos) ante el árbitro que lo expulsó de manera más que justa.
Así el PSG se disponía a sufrir su primera derrota de la temporada, en el clásico francés, y ante un rival que no había conseguido ganarle en los últimos 12 enfrentamientos directos. Pero en la última jugada apareció Cavani, él mismo sufrió la falta, y él mismo se encargó de materializarla con un golpeo excelente, en el último instante que dejó helado a todo el Velodrome. Un final muy cruel para los marselleses que se vieron con los tres puntos y que al final se fueron con un empate que sabe a derrota tras realizar todo un partidazo, merced a un planteamiento táctico de Rudy García que de nuevo se comió al plan de un Emery cuya aportación al equipo cada día es menos visible.