Llegaba el Barcelona herido a un Santiago Bernabéu abarrotado y engalanado como merecía la cita. Dejar finiquitada la liga estaba en la mano de los madridistas y el público olía la sangre de su enemigo. La baja de Neymar además animaba a confiar plenamente en los suyos, que llegaban con la moral por las nubes tras la eliminatoria ante el Bayern. Y comenzó el partido como un tiro el equipo de Zidane, con un posible penalti sobre Cristiano en el minuto 2 y con un Barcelona encerrado y sin oler siquiera la pelota.
Pero en esas Marcelo soltó el codo en una jugada con Messi que mereció la roja, y lo dejó en el suelo sangrando por la boca. Esto cambió el semblante y la actitud de un Messi que no llegaba a la cita con las mejores sensaciones. Este incidente provocó que Messi afrontara el partido de otra manera, en modo agresivo, cosa que hacía tiempo que no se le veía. Y vaya si se notó, primero provocando la que debería haber sido segunda amarilla a Casemiro (es inexplicable que este jugador haya acabado tantos partidos librándose de tarjetas más que evidentes) y para hacer el empate a uno en una maravillosa maniobra dentro del área que dejó a todo el Bernabéu en silencio.
Pero ahí no acabó todo, cada vez que cogió la pelota el público notaba el peligro y enmudecía de manera evidente consciente de lo que se le venía encima, en ese momento ya no había quien lo parara y fruto de esa frustración y tras el golazo de Rakitic Sergio Ramos hizo una entrada criminal al argentino. La justificación de algunos es que no le toca pero para mí la roja no tiene discusión, es entrada temeraria a una altura que nos busca la pelota y que por poca parte en dos la pierna del argentino. Pero lejos de acabar ahí tras el gol de James que parecía definitivo apareció en el minuto preferido de los madridistas para aguarles la fiesta y celebrar el gol con una dedicatoria bastante chulesca hacia la grada blanca fruto de la rabia acumulada de los palos y entradas de todo el partido. Lo dicho mala idea despertar a la bestia.