Jürgen Klopp se ha convertido en esta década en el entrenador de moda en Europa. Un triunfador con un fútbol frenético capaz de devolver la grandeza a equipos «dormidos» como Dortmund o Liverpool cuando los cogió. Era simpáticos, sus declaraciones eran afables y siempre traía una sonrisa contagiosa. Su buena energía se transmitía y todos los clubes lo querían en su banquillo.
Pero tras proclamarse campeón de Europa con el equipo red, tanto su actitud como sus declaraciones han cambiado drásticamente. Ya no es un entrenador comprensivo, divertido, afable. Es todo lo contrario. Ahora sólo sabe criticar, quejarse públicamente y poner todo tipo de excusas cuando las osas le van mal como este año y el anterior, especialmente tras la derrota en Champions ante el Atlético, que a tenor por declaraciones recientes sigue sin digerir.
Anoche antes del partido fue turno para el estadio donde jugaba, Valdebebas, la ciudad deportiva del Real Madrid, ya que el Bernabéu continúa de obras y al ser partidos sin público se disputan donde entrena el conjunto blanco. Una queja absurda que no tiene sentido y que da a entender el nivel de nerviosismo que vive el alemán ahora que su Liverpool puede quedar fuera de la Champions League el año que viene.
Y esta versión agria de Klopp no había sido vista hasta ahora, se está acercando al nivel de José Mourinho en sus peores etapas, siempre con excusas, quejas constantes y con un nivel de irritabilidad muy alto. Espero que esto sea tan solo una etapa y un bache en su carrera, ya que hasta este cambio era firme admirador de un entrenador que ha cambiado el fútbol moderno y que se ha sacado de la manga una infinidad de buenos jugadores.