El fin de la tiranía

Con la confirmación de la marcha de Leo Messi al Inter de Miami y su abandono al fútbol de élite europeo se acaba un ciclo maravilloso (quizás el mejor) por su eterna rivalidad con Cristiano Ronaldo. Eran la contraposición perfecta, el jugador tímido contra el histriónico, que recalaran en Madrid y Barcelona no hacía más que acrecentar una rivalidad que siempre llevaron de la mejor manera. Un triunfo para el fútbol español que disfrutó como nunca de la mejor época de ambos equipos, que se veían la cara en todas las competiciones posibles con partidos de una tensión insoportable para cualquiera y que a punto estuvo de llevarse por delante la mejor generación de la selección española por las disputas de estos partidos.

Pero si estos partidos paralizaban el mundo, los epicentros de ambos equipos eran Cristiano Ronaldo Y Leo Messi. Los jugadores que han batido todos los récords habidos y por haber. Dejando las anteriores marcas en anécdotas debido a la superioridad mostrada. Suman 12 balones de oro entre ambos, repartiéndoselos constantemente de forma tiránica durante sus años de prime. Eran imparables cada uno en su estilo, aunque con un Messi que igualaba los registros goleadores de Cristiano pero triplicando sus asistencias. Las Ligas eran una constante lucha de dos (salvo aquel Atlético de Simeone que rompió el duopolio en 2014) con registros de puntos que año tras año se batían, llegando hasta los 100 puntos. Cifra impensable tan solo unos años atrás.

El hueco que dejan es enorme, lo intentarán llenar la nueva hornada de Mbappés, Haalands o Vinicus, pero tristemente su nivel está muy lejos del de estos dos astros que nos brindaron nueve años compartiendo la Liga convirtiéndola en la mejor competición con mucha diferencia sobre el resto. Por mucho dinero que tuviera la Premier el espectáculo estaba siempre en España con los mejores jugadores disputándose año tras año el título, convirtiendo el clásico en casi un día de fiesta mundial, cambiando hasta horarios en otras competiciones para no coincidir. El agujero que nos dejan es casi tan grande como sus estadísticas y logros y ya solo nos queda recordar los momentos favoritos de cada uno con una nostalgia de saber que no van a volver, pero con la felicidad de haber podido disfrutarlos durante tanto tiempo en la cima.

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