Stephen Curry batió ayer el récord de triples anotados en un solo partido con trece, una cifra espectacular pero que todo el mundo esperaba más tarde o más temprano que sucediese con el pequeño base. El de Akron ha conseguido que sus cifras escandalosas en la linea de siete metros ya casi se asuman como naturales y no sorprenda que lleve tres años consecutivos batiendo la marca de más triples anotados en una temporada, marca que se supera a sí mismo año tras año claro está.
Lo que más mérito tiene del récord de Curry es que lo ha hecho tras el 0/10 que tuvo ante los Lakers, y lo que mejor habla del 30 de los Warriors es que sorprende más el partido en el que su casillero se queda a cero en triples que el hecho de que bata el récord de triples en un partido. Así es Curry, un jugador que ha hecho de la línea de tres su territorio y al que la NBA empieza a buscar maneras de dificultar esa suerte (se habla de que Adam Silver quiere alejar la línea de tres puntos o incluso instaurar el tiro de cuatro puntos).
Pero este récord no serviría de nada si no se hubiese conseguido la victoria, y los Warriors ganaron ayer a unos Pelicans que siguen sin levantar cabeza 0-7 en un flojo partido de ambos, que no maquilla que estos Warriors están lejos de su mejor versión y que de momento la calidad individual de la plantilla está consiguiendo victorias en fase regular, pero la falta de química todavía es evidente y es algo que con el paso de los partidos se irá adquiriendo y volverán a ser ese equipo que mueve tanto el balón hasta encontrar al tirador mejor situado, que en su caso podría ser cualquier jugador del quinteto prácticamente. Pero hasta que llegue ese día Curry sigue realizando noches de escándalo.