Todo era felicidad cuando Pellegrini anotaba el tercer gol de la Roma de una falta magistral en el minuto 60 de la segunda parte. El 3-1 que ondeaba por el Olímpico y las pésimas sensaciones de la Juventus durante todo el partido hacían pensar que la Roma por fin iba a ganar a uno de los grandes, iba a cerrar su minicrisis particular (con la de ayer suma 1 punto en 3 jornadas) y que volvía a encaramarse a los puestos altos de la tabla.
Nada más lejos de la realidad. Un auténtico desvanecimiento del equipo que dejó helado al Olímpico y con una cara de máxima perplejidad a un Mourinho que está muy lejos de volver a ser el entrenador determinante que otrora fue, y que está viviendo una etapa sin éxito en la Roma pese a la ilusión inicial de los tiffosi romanos. Un partido que refleja la temporada del equipo giallorosi, mucha ilusión de inicio y máxima decepción al final.
La Juventus, sin jugar un gran partido, y sin un arreón épico ni nada por el estilo remontó un partido que tenía más que pedido. La Roma se deshizo como un auténtico flan y en sólo siete minutos dio la vuelta total al marcador. Incluso De Light cometió un penalti que supuso su expulsión (se perderá la Supercopa contra el Inter) y que Scezny detuvo a Pellegrini, que lo tiró fatal y pifió el rechace franco del balón. Un cúmulo de desgracias que convirtieron el Olímpico en un funeral tras haber estado de auténtica fiesta apenas unos minutos antes.