La noche de ayer no trajo ninguna buena noticia para el Atlético de Madrid, la dolorosa y abultada derrota, unida a las lesiones de Oblak y Tiago (ambas lesiones que provocaron los goles locales) dejan en una situación muy delicada al equipo de Simeone. Pero lo más preocupante no es la derrota en sí, el Villareal en su campo es un equipo siempre complicado, sino la manera en que se produjo, la desidia de muchos jugadores rojiblancos y sobre todo la falta de intensidad que ha sido santo y seña de este equipo desde la llegada del Cholo.
El Villareal superó en ganas, presión y ambición al Atlético, que ve cómo Griezmann (que ha llegado muy justo de tiempo de la Eurocopa y necesita claramente una pretemporada) no está, Gameiro no ha encajado como se esperaba a estas alturas de campeonato y el desplazamiento de Koke de nuevo a la banda como interior ha dejado al equipo sin fútbol y al medio totalmente desaparecido. Si a esto unimos que el jugador más en forma del equipo es Carrasco y ayer decidió prescindir de él en el once dejan a las claras el mal momento que vive este equipo.
Aún así este Atlético tiene motivos para sonreír, le ha tocado un rival asequible en el sorteo de octavos de la Champions, y pese a que el Madrid está ya a 12 puntos, su objetivo sigue siendo el tercer puesto y está en su mano llegar a él, pero no se ve resquicios de buena sintonía del equipo que además recibe este fin de semana a un rival peligroso como Las Palmas en casa que puede acabar de matar anímicamente a un equipo que hace no mucho iba líder invicto de la liga y estaba desplegando el mejor fútbol del campeonato. Puede que esto sólo sea un bache, pero desde que aterrizó el técnico argentino el Atlético no había vivido una situación así.