Corría poco más del minuto 60 en el Santiago Bernabéu, el PSG tenía el control del partido, que sólo se alteraba con algún arreón del Madrid, más por la presión del estadio que por la ocasión generada en sí, y el entrenador de Irún volvió a mandar un recado contundente a su equipo. Quitó a Cavani, su único 9 de referencia, y metió en el campo a Meunier, un lateral para reforzar la defensa de la banda derecha. Movió a un Mbappé que entre los centrales fajándose pierde todas sus virtudes, y dejó al PSG con la posesión del balón sin ningún tipo de profundidad en ataque.
Por su parte viendo el panorama, y con un Madrid físicamente muerto en los repliegues defensivos, Zidane se la jugó con sus dos agitadores favoritos, Lucas y Asensio y le salió la jugada redonda merced a los rebotes en los goles y a una falta clara en el inicio del 2-1 de Cristiano. Emery al final del encuentro lamentaba las decisiones arbitrales, todas a favor de los blancos, sin reprocharse que de nuevo y un año después de la eliminatoria contra el Barça, que supuso quizás el mayor descalabro de un equipo en la historia de la Champions, volvió a cometer el mismo error de siempre, que hace que nunca haya ganado ni a Madrid ni a Barcelona en campo rival y que evidencia lo grande que le viene un club de esta envergadura.
Tuvo el partido controlado, con un Madrid rendido, con su equipo físicamente un punto por encima, y sólo jugó a llevarse un empate como botín, pudiendo ir a por el oro de verdad. Su estrategia como siempre salió mal, deja muy tocado al PSG que se automotiva diciendo que allí en París remontarán la eliminatoria, pero la realidad es la que es, que Emery sigue siendo un entrenador para partidos mediocres, y que el Madrid sin hacer nada se fue a casa con un 3-1 en el luminoso.