Recuerdo ver a Messut Özil en el Mundial de Sudáfrica con Alemania y ya ver que era un jugador diferente. En ese mundial se ganó su fichaje por el Real Madrid, donde al principio y hasta que cogió algo más de físico le costó entrar, pero una vez que se hizo titular ya se hizo con las riendas del equipo. Cristiano estaba encantado ya que no se ha entendido con nadie tan bien como con el alemán, un mago para iniciar los contrataques que tanto gustaban a Mourinho, y que dejaba siempre detalles de inmensa calidad en cadda partido amén de algún que otro gol para el recuerdo.
Pero en el verano de 2013 todo cambió para el, su padre hartó a Florentino Pérez con sus exigencias de renovación y su hijo, totalmente a disguto, puso rumbo a Londres para recalar en el Arsenal. Allí tuvo un gran comienzo, pero poco a poco fue entrando en la dinámica del equipo y tras la venta de Alexis, la otra gran estrella del equipo, al Manchester United los directivos gunners le ofrecieron un contrato millonario que significó la perdición para un jugador con un talento descomunal pero que necesita estar motivado para rendir al máximo nivel, y desde su marcha del Real nunca lo ha llegado a estar plenamente.
Tuvo la alegría de ganar el Mundial de Brasil siendo titular en todos los partidos, pero fue el más flojo del equipo alemán (además de alguna polémica contra aficionados por su origen turco) y no tuvo mucha relevancia en las victorias de la mannschaft. Löw quiso premiarle al ser importante en todos los años previos al Mundial. Pero ya no se recuerda nada más reseñable de un jugador que debería liderar al Arsenal cada partiido y que no ha cuajado ya con ningún entrenador post Wneger, ni Emery ni Arteta han usado al turco-alemán y desde la vuelta del confinamiento ya no ha disputado ni un solo minuto. Las horas parecen contadas en el fútbol de élite para un jugador que se apagó demasiado pronto dejándonos a todos con la sensación de que podía haber hecho mucho más. Pero los años que desplegó su mejor fútbol fueron puero arte.