La trayectoria de Steven Gerrard es conocida por todos, uno de los mejores centrocampistas de la Premier de los últimos veinte años, quizás la mayor leyenda para el equipo con más historia de la Premier como es el Liverpool, canterano que se ganó a la afición consiguiendo la Uefa y la Champions para los reds y del que fue durante muchos años de su carrera su capitán. Todo esto motivado, reconocido por él, tras perder a su primo de diez años en la ya famosa tragedia de Hillsborough.
Pero toda esta leyenda en torno a Gerrard bien podía haber quedado en nada por un fortuito accidente cuando era sólo un crio. Jugando en el césped de un vertedero, que los niños de la zona lo consideraban su Anfield particular, se coló el balón entre unos arbustos con hortigas. Gerrard fue a sacar el balón dándole una patada y un rastrillo que estaba oculto se le clavó en el dedo meñique atravesándolo. Los médicos indicaron inmediatamente la amputación, pero la decisiva intervención de Steven Heighway, director de la escuela del Liverpool, logró convencerlos de un tratamiento conservador y menos invasivo, salvando de esta forma la carrera de un niño de nueve años que acababa de cumplir su primera temporada con los reds y que acabaría convirtiéndose en jugador bandera del club.