Los Angeles Lakers son quizás la franquicia más glamurosa de la NBA. Siempre ha contado con grandísimos jugadores que además han explotado su imagen y la de la franquicia de sobremanera. Los éxitos casi siempre han acompañado a los de púrpura y oro, pero si hay algún momento que tienen atravesado a lo largo de su historia es quizás ese 5 de Mayo de 1969, ese día se conoce como the defeat (la derrota) por el público de la NBA en general y todavía a día de hoy sigue levantando ampollas entre los que lo vivieron.
Para ponernos en escena hay que recordar que estamos hablando del séptimo partido de la Final de la NBA, partido en el Forum y que enfrentaba a los Lakers contra los Celtics. Esos Celtics ya habían ganado hasta en cinco finales a los angelinos, la tiranía de un Bill Russell, que llevaba diez anillos en doce años de carrera, les tenía maniatados. Pero ésta era la última temporada del center como profesional, ya estaba algo más lento y no era tan determinante como antaño. Esto unido a que ese año los Lakers habían conseguido fichar a Wilt Chamberlain hicieron que las esperanzas angelinas se llenaran y más con el séptimo aprtido, el que definía el título en su casa.
Por aquel entonces el dueño laker era Jack Kent Cooke, y estaba tan seguro de la victoria que había llenado el techo del pabellón de globos con una red para soltarlos en cuanto se pitara el final del partido para celebrar, además había llenado los asientos de panfletos sobre el recorrido que iban a hacer para celebrar el título por las calles de Los Ángeles en cada asiento del Forum. Pues bien, esos panfletos llegaron a las manos de los jugadores Celtic, que se conjuraron para aguar la fiesta angelina.
Y efectivamente así fue, los Celtics derrotaron a los Lakers por sexta vez, aguaron la fiesta a Jack Kent Cooke y cerraron así una hegemonía ganadora de once anillos en trece años, la dinastía más ganadora del deporte estadounidense. De nada sirvió el magnífico triple doble de Jerry West en ese partido, que además le valió para ser MVP de las Finales, la primera y única vez que un jugador del equipo perdedor se lleva el trofeo. Los Lakers tardarían mucho tiempo en cobrarse la venganza de aquella derrota, una derrota que como reconoce Jerry West a día de hoy, todavía no ha superado mentalmente.