Se confirmó ayer por la noche el fin a uno de los culebrones de este verano. Sergio Ramos abandonará el Real Madrid tras 16 años en el club y como capitán del equipo. Las negociaciones para su renovación se estancaron hace meses y ni él ni Florentino han sabido reconducirlas ni ceder para poder llegar a buen puerto. Y aunque sorprenda por la ascendencia de Ramos en el equipo blanco, ya en sus dos últimas renovaciones el camero tensó la cuerda hasta límites insospechados, y como se suele decir a la tercera ha ido la vencida y se ha dado cuenta que su órdago no le ha salido bien. Tras la primera amenaza de marcharse al United, vino la de jugar en China por una millonada, un absurdo ya que incluso planteó al Florentino que le dejara marchar gratis. Pero no solo las amenazas de ofertas han sido el detonante de su marcha, el poder que había adquirido el central en el vestuario era insostenible, hacía y deshacía a su gusto, e incluso intentó poner a la plantilla en contra del presidente con el tema de las reducciones salariales, algo que Florentino no le ha perdonado. Su negativa pública hace un par de años a la llegada de Conte al banquillo tampoco gustó.
Quizás el final no esté a la altura de su brillante carrera, el mejor central de la historia del Madrid, y uno de los mejores de la historia (para mí junto a Puyol los mejores que he visto), pero también se puede mirar en el espejo y ver como otros compañeros como Modric o Lucas Vázquez han renovado conscientes de la situación del club y el mercado, y si Ramos tiene más peso en el Real Madrid pero no hay que olvidar que el croata es balón de oro. Hoy de todas maneras se hará el paripé de la despedida amistosa, mordiéndose la lengua por ambas partes, pero creo que Sergio Ramos en este caso se va a arrepentir más de su marcha que el Madrid de que salga, pese a que es un jugador irremplazable. Pero en el Real Madrid no se puede aspirar a más, algo que a Sergio Ramos en algún momento creo que se le ha olvidado.